viernes, 30 de noviembre de 2012

ESTELA DE NARAM-SIN

ESTELA DE NARAM-SIN





Naram-Sin fue el cuarto rey del Imperio Acadio, fundado por Sargon I, su abuelo, aunque fue Naram-Sin quien logró la máxima extensión territorial de este reino mesopotámico al continuar las campañas invasoras que su abuelo había comenzado. Su reinado duró 36 años (2254-2218 a.c.)
Este poderoso y cruento rey logró vencer de forma aplastante a más de veinte reyes que se rebelaron contra él en sus primeros años de reinado. Se lanzó a la conquista del mundo conocido hasta entonces, llamado “las cuatro partes del mundo”, apoderándose de las tierras de Siria, de la región de Alepo, despojó a Egipto de Sinaí y controló gran parte del Golfo Pérsico. Una de sus más notables victorias, con la que consigue la culminación de su poder, fue la que obtuvo al enfrentarse a los Lullubi, una guerrera tribu procedente de los Montes Zagros que pretendía conquistar las tierras del Imperio Acadio y a cuyo poderoso ejército no pudo vencer.
Tan implacables y crueles eran las victorias de Naram-Sin que se convirtió en el más temido y opulento rey de Mesopotamia, el único divinizado en vida.
Dado que en Mesopotamia el éxito de sus civilizaciones dependían de sus triunfos bélicos, nació la necesidad de reflejar esta lucha por el poder entre sus ciudades. Surgen de esta forma, las estelas conmemorativas, en las que se tallaban relieves que narraban las batallas más significativas.

La Estela de Naram-Sin muestra el inmenso poder que tenía este rey, narra una cruel batalla en la que el ejército del Imperio Acadio aplastó sin piedad a los Lullubi, mostrando el momento culminante, la victoria. Destaca la divinización del rey en vida portando el casco con cuernos, símbolo del poder divino, ya que era algo absolutamente inusual en Mesopotamia divinizar a reyes que no habían muerto, ello nos permite hacernos una idea del excepcional poder que llegó a tener Naram-Sin, y así quiso mostrarlo. Otro detalle que denota su poder, es el arco compuesto con el que está armado, un arma muy avanzada para la época y podría ser uno de los factores que le empujó al éxito en sus batallas y además, simboliza el poder terrenal.

En el Museo del Louvre se conserva La Estela de Naram-Sin, tallada en una roca de arenisca rosada. Tiene unas dimensiones de 2 metros de longitud por 1,05 metros de ancho. Su autor es anónimo y su antigüedad es del reinado de Naram-Sin (2254-2218 a.c.). Pertenece a la escultura de Mesopotamia, concretamente al Arte Acadio. La escena y su protagonista están identificados mediante una inscripción tallada en la propia estela.
Se trata de un relieve de gran precisión gracias al uso del cincel, que nos muestra al ejército vencido despeñándose por la montaña y en actitud suplicante bajo Naram-Sin, que en posición triunfal pisotea sin compasión a los soldados muertos o heridos. Tras él, los soldados de su ejército, portando estandartes, le siguen en el ascenso hacia la cima del monte, donde los símbolos divinos nos indican que los Dioses recibirán al poderoso ejército y a su rey. Las convenciones típicas de la escultura mesopotámica están presentes en la obra:
La composición se centra en realzar la figura del rey, que porta el símbolo del poder divino (casco con cuernos) y los símbolos del poder terrenal (arco, hacha y jabalina). Aparece vestido con una simple túnica y está representado con las extremidades y la cabeza de perfil y el torso de frente. Para destacar su importancia, su figura es de un tamaño superior a la de los demás soldados.
La naturalidad de esta obra resulta novedosa para la época, a parte de ser la primera en la que no es un Dios, sino el propio rey, el portador de la victoria, las proporciones y dimensiones de los cuerpos de los soldados son correctas. La actitud de los personajes retorciéndose, suplicando o avanzando dota a la obra de una gran expresividad y es capaz de transmitir en un espacio reducido y con pocos personajes la magnitud que tal batalla alcanzó.
La escena transcurre en un paisaje montañoso en el que hay algunos árboles y algunas líneas onduladas que marcan por dónde marchan los soldados.
Es una obra oblicua, en la que los personajes van en ascenso, hacia el encuentro con los Dioses, representados por la estrella y el sol, que con sus rayos iluminan al poderoso rey. Por tanto, se puede decir que la estela rompe con la tradición de horizontalidad que hasta el momento tenía la escultura de Mesopotamia,





No hay comentarios:

Publicar un comentario