ESTELA DE NARAM-SIN
Naram-Sin fue el cuarto
rey del Imperio Acadio, fundado por Sargon I, su abuelo, aunque fue
Naram-Sin quien logró la máxima extensión territorial de este
reino mesopotámico al continuar las campañas invasoras que su
abuelo había comenzado. Su reinado duró 36 años (2254-2218 a.c.)
Este poderoso y cruento
rey logró vencer de forma aplastante a más de veinte reyes que se
rebelaron contra él en sus primeros años de reinado. Se lanzó a
la conquista del mundo conocido hasta entonces, llamado “las
cuatro partes del mundo”, apoderándose de las tierras de Siria, de
la región de Alepo, despojó a Egipto de Sinaí y controló gran
parte del Golfo Pérsico. Una de sus más notables victorias, con la
que consigue la culminación de su poder, fue la que obtuvo al
enfrentarse a los Lullubi, una guerrera tribu procedente de los
Montes Zagros que pretendía conquistar las tierras del Imperio Acadio y a cuyo poderoso ejército no pudo vencer.
Tan implacables y crueles
eran las victorias de Naram-Sin que se convirtió en el más temido y
opulento rey de Mesopotamia, el único divinizado en vida.
Dado que en Mesopotamia
el éxito de sus civilizaciones dependían de sus triunfos bélicos,
nació la necesidad de reflejar esta lucha por el poder entre sus
ciudades. Surgen de esta forma, las estelas conmemorativas, en las
que se tallaban relieves que narraban las batallas más
significativas.
La Estela de Naram-Sin
muestra el inmenso poder que tenía este rey, narra una cruel batalla en la que el ejército del
Imperio Acadio aplastó sin piedad a los Lullubi, mostrando el
momento culminante, la victoria. Destaca la divinización del rey en
vida portando el casco con cuernos, símbolo del poder divino, ya que
era algo absolutamente inusual en Mesopotamia divinizar a reyes que
no habían muerto, ello nos permite hacernos una idea del excepcional
poder que llegó a tener Naram-Sin, y así quiso mostrarlo. Otro
detalle que denota su poder, es el arco compuesto con el que está
armado, un arma muy avanzada para la época y podría ser uno de los
factores que le empujó al éxito en sus batallas y además, simboliza el poder terrenal.
En el Museo del Louvre se
conserva La Estela de Naram-Sin, tallada en una roca de arenisca
rosada. Tiene unas dimensiones de 2 metros de longitud por 1,05
metros de ancho. Su autor es anónimo y su antigüedad es del reinado
de Naram-Sin (2254-2218 a.c.). Pertenece a la escultura de
Mesopotamia, concretamente al Arte Acadio. La escena y su
protagonista están identificados mediante una inscripción tallada
en la propia estela.
Se trata de un relieve de
gran precisión gracias al uso del cincel, que nos muestra al
ejército vencido despeñándose por la montaña y en actitud
suplicante bajo Naram-Sin, que en posición triunfal pisotea sin
compasión a los soldados muertos o heridos. Tras él, los soldados
de su ejército, portando estandartes, le siguen en el ascenso hacia
la cima del monte, donde los símbolos divinos nos indican que los
Dioses recibirán al poderoso ejército y a su rey. Las convenciones
típicas de la escultura mesopotámica están presentes en la obra:
La composición se centra
en realzar la figura del rey, que porta el símbolo del poder divino
(casco con cuernos) y los símbolos del poder terrenal (arco, hacha y
jabalina). Aparece vestido con una simple túnica y está
representado con las extremidades y la cabeza de perfil y el torso de
frente. Para destacar su importancia, su figura es de un tamaño
superior a la de los demás soldados.
La naturalidad de esta
obra resulta novedosa para la época, a parte de ser la primera
en la que no es un Dios, sino el propio rey, el portador de la
victoria, las proporciones y dimensiones de los cuerpos de los
soldados son correctas. La actitud de los personajes retorciéndose,
suplicando o avanzando dota a la obra de una gran expresividad y es
capaz de transmitir en un espacio reducido y con pocos personajes la
magnitud que tal batalla alcanzó.
La escena transcurre en
un paisaje montañoso en el que hay algunos árboles y algunas líneas
onduladas que marcan por dónde marchan los soldados.
Es una obra oblicua, en
la que los personajes van en ascenso, hacia el encuentro con los
Dioses, representados por la estrella y el sol, que con sus rayos
iluminan al poderoso rey. Por tanto, se puede decir que la estela
rompe con la tradición de horizontalidad que hasta el momento tenía
la escultura de Mesopotamia,
No hay comentarios:
Publicar un comentario