viernes, 30 de noviembre de 2012

CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA EN LA BATALLA DE MÚHLBERG

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CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA EN LA BATALLA DE MÚHLBERG

 

 

Carlos I de España nació en Bélgica en 1500 y murió en el Monasterio de Yuste en 1558. Nieto de los Reyes Católicos e hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, fue coronado Rey de España en 1516, debido a la incapacidad de su madre, y emperador del Sacro Imperio Germánico Romano en 1519.
Dado que no se había criado en España y por su juventud, no fue muy bien acogido a su llegada a la península. Allí no aceptaban un rey que desconocía el idioma y costumbres del país e iniciaron una serie de revueltas conocidas como la Rebelión de los Comuneros de Castilla y las Germanías. En 1522 se consigue la paz, y el monarca inicia un reinado lleno de conflictos bélicos en Europa y contra el amenazante Imperio Otomano que avanzaba peligrosamente por el Mediterráneo. Su gran ambición fue derrotar a los reyes protestantes que tenían patas a arriba la religión católica, ansiaba unir un gran imperio que practicase únicamente el catolicismo. Una de las victorias más significativas, en las que el Rey-Emperador reforzó su poder imperial tuvo lugar en la Batalla de Múhlberg, en abril de 1547, en la que se enfrentaron el ejército de Carlos I y la Liga de Esmeralda, un ejército organizado por príncipes protestantes y que fue aniquilado rápidamente por las tropas españolas.
A pesar de convertirse en uno de los reyes más poderosos de la historia, su ambición resultó un fracaso y tras el tratado de la Paz de Augsburgo, firmado en 1555 y en el que se autoriza la libre elección de religión, Carlos I abdica en su hijo Fernando II y se retira al Monasterio de Yuste donde morirá tres años más tarde.

Para fortalecer su imagen como el poderoso Rey y Emperador que era y transmitirlo a todos los rincones de su imperio, utilizó, como ningún otro monarca había hecho hasta la fecha, el arte como instrumento propagandístico y se hizo retratar en un cuadro que simbolizase la gran victoria en la Batalla de Múhlberg. Quiso que se le retratase antes de la victoria porque no quería transmitir muerte y sufrimiento, tan sólo quería que se le viese como un gran monarca guerrero, cristiano y poderoso, que luchaba por los intereses de su reino y la religión cristiana saliendo victorioso en la batalla. Para destacar estas cualidades se le retrata con la armadura y con una lanza que simboliza el poder de los césares. Para darle carácter religioso, utiliza la imagen de una Virgen en su armadura.

El retrato es obra de Tiziano, pintor del Renacimiento, se trata de un óleo sobre lienzo pintado en 1548. Es un retrato ecuestre de estilo marienista, y en la actualidad se expone en el Museo del Prado.

En el centro de la escena podemos ver al monarca con una armadura de oro y plata y con la imagen habitual de la Virgen con el Niño, que el emperador solía llevar en el peto de sus armaduras. Con una larga lanza y montado en su caballo, de raza española y cubierto con un espectacular manto de terciopelo, se dirige hacia la lucha en defensa de la cristiandad, su actitud es seria e imperturbable. Su mirada se dirige al frente, hacia el río Elba, en el que se esconden sus enemigos. Detrás del poderoso caballero el paisaje boscoso y la ausencia de su ejército.
Tiziano utiliza los rasgos propios de la pintura veneciana en esta obra, en la que los colores priman sobre el dibujo. Destacan los rojos intensos del manto que cubre al corcel y sobre los pompones del casco del monarca y el que porta el caballo en su cabeza así como los colores ocres utilizados en la armadura. Cabe destacar, también, la maestría y precisión con las que el artista extiende los colores y cómo sabe resaltar y aumentar el contraste de colores.
Otro rasgo notable es la simetría que establecen las cuatro patas del caballo y la forma, casi geométrica, de su envergadura que se altera únicamente por la continuidad de la cola o del cuello y la cabeza. Es sin duda este corcel, la figura que más elegancia aporta al retrato.
La obra resulta muy novedosa y espectacular en la época, y en El Barroco se retoma este modelo de retrato ecuestre para la figura de sus reyes, tanto en la pintura como en la escultura.


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