-->
PALACIO DE VERSALLES
Luis XIV heredó el trono
francés con cinco años, aunque no lo ocupó verdaderamente hasta
que cumplió los veintidós. Es recordado como uno de los monarcas
más trascendentales de Francia, mantuvo la Monarquía Absoluta
durante todo su reinado, gracias al control que inteligentemente
mantuvo sobre la nobleza francesa.
Durante la Edad Moderna,
era frecuente que la nobleza conspirara contra el rey, como ya había
ocurrido en Inglaterra durante la Gloriosa Revolución que se saldó
con la decapitación de Carlos I de Inglaterra, o como le tocó vivir
al propio monarca cuando era menor de edad durante los
acontecimientos conocidos como La Fronda, una sublevación de nobles
contra la Monarquía que fracasó.
Para evitar estas
conspiraciones, Luis XIV puso mucho empeño en contentar a su
nobleza, para ello les proporcionó multitud de privilegios y
compensaciones económicas y les regaló una intensa vida llena de
lujosas fiestas, amenas cacerías en la corte y toda clase de
distracciones. Tan entretenidos estaban, que aquellos nobles no sólo
se despreocupaban de los asuntos políticos y económicos de su país,
sino que eran absolutamente fieles al rey y aprobaban el régimen
absolutista que había implantado, dado que eran los primeros
privilegiados. Otra medida que tomó el monarca para controlar el
poder, fue nombrar como ministros a plebeyos o nuevos aristócratas a
los que fácilmente podía despedir cuando no le interesaban, medida
que no podría haber tomado con los nobles.
Gastó una inmensa
cantidad de dinero en ampliar el refugio de caza que su padre, Luis
XIII se había construido en Versalles hasta convertirlo en un
espectacular y lujoso palacio al que en 1682 se trasladó junto con
toda su corte para alejarse de los problemas de París. Allí podían
derrochar el dinero recaudado en los impuestos que la clase más baja
estaba obligada a pagar para mantener a la nobleza y la realeza, a
quienes no les importaba las hambrunas que éstos padecían a menudo.
El monarca, apodado el
Rey del Sol, consiguió ampliar el poder y la influencia de Francia
en Europa y amplió el número de sus colonias durante su
esplendoroso reinado.
El Palacio de Versalles
es el símbolo del Absolutismo por excelencia, representa el poder y
la exaltación de la Monarquía. Luis XIV quiso deslumbrar a la
nobleza francesa, y a la europea también, con la construcción de un
palacio digno de su poder, cuyas dimensiones y fastuosidad superaron
con creces a cualquier palacio de la época. Así, los nobles y reyes
de toda Europa que lo visitaban se fascinaban y lo identificaban como
la muestra del inmenso poder del monarca.
El Palacio de Versalles
es de estilo Barroco y comenzó su construcción en el año 1624,
cuando Luis XIII manda construir el modesto palacete que utilizara
como refugio de caza. En 1661 Luis XIV le encarga la primera
ampliación a su arquitecto oficial, Louis Le Vau, la decoración y
la pintura estará a cargo de Charles le Brun y Andre le Notre será
el arquitecto de paisaje. Tras la muerte de Le Vau, será Mansart
quien continúe con las ampliaciones del palacio.
El material que se
utiliza para su construcción será mayoritariamente el ladrillo en
la fachada y la pizarra en los tejados. El mármol también se puede
ver en las columnas que lo decoran. Para la última ampliación se
utilizó piedra caliza blanca que resplandece bajo el sol.
El edificio está formado
por un cuerpo alargado y dos alas hacia el jardín que forman una
escuadra. Las fachadas están orientadas a sus impresionantes
jardines.
El barroco francés es
bastante clasista, destacando por el orden, la sobriedad y la
claridad en contra de lo recargado y lo caótico típicos de este
estilo. La fachada del palacio posee unas pequeñas ventanas en el
últimos piso que le otorgan un aspecto clasicista, no obstante la
presencia de grandes columnas en los muros resaltan los volúmenes y
los juegos de luz y sombras. Las dimensiones del cuerpo intermedio
son exageradas y los pilares sostienen arcos de medio punto. Las
pilastras de orden jónico sostienen un entablamento ornamental.
Una de las
características más notables del barroco francés podemos verla en
su construcción perfectamente simétrica, todo está medido y
controlado en el palacio incluyendo sus espectaculares jardines.
Pero lo que
verdaderamente nos muestra el estilo barroco es su interior,
absolutamente recargado con extravagantes decoraciones pictóricas,
esculturas, objetos como jarrones adornados con oro y diamantes,
bustos y figuras antiguas, extravagantes figuras decoradas con perlas
y piedras preciosas ... todo con la firme intención de mostrar al
espectador el poderío del monarca.
Una de las salas más
espectaculares del palacio es la Sala de los Espejos, creada por
Hardouin Mansart, decorada con pilastras de mármol rojo y balsas y
capiteles forrados de bronce dorado y decorado con motivos barrocos.
La bóveda de cañón que cubre la sala está completamente decorada
con pinturas que recrean las victorias militares de Luis XIV y estuco
dorados. Como su nombre indica, la sala está completamente decorada
con una multitud de espectaculares espejos que crean la sensación
ilusoria de estar en un espacio mucho mayor de lo que en realidad es.
En definitiva, el Palacio
derrocha lujo y extravagancia en todos sus rincones. Su construcción
fue tan espectacular que efectivamente logró cumplir su objetivo de
exaltar la Monarquía y mostrar al resto de Europa la grandeza y
poderío que en aquella época tenía Francia. Incluso sirvió como
modelo para la construcción de otros palacios reales en el resto de
Europa como el Palacio Real de Madrid, el Palacio de la Granja en
Segovia o el Palacio de Aranjuez, entre otros.